jueves, 1 de marzo de 2012

Las aventuras de Ulises (Odiseo)

Ulises, ya viejo y cansado, volvía a su casa ansioso para ver de nuevo a Penélope, su esposa.
Aún joven se había despedido de ella para ir como combatiente a la guerra de Troya.
Volvía mas viejo porque la guerra había durado tantos años, que no le bastaban los dedos de la mano para contarlos.
- Pronto volveré a ver a mi querida Penélope, pensaba recostado en la borda de su barco. Se le debe de haber vuelto blanco el cabello de tanto esperarme.
Se sentía ansioso. No sabía, ni se imaginaba, que antes de ver a Penélope tendría que enfrentarse con muchísimo  peligros.
Peligros cuya duración no sería corta ni pequeña, sino larga. ¡Sí, unos cuantos años más separarían todavía a Ulises de su adorada esposa Penélope!
El primer obstáculo en su travesía fue Polifemo, el gigante.
Polifemo, más que gigante, era un Cíclope, porque tenía un solo ojo redondo, en medio de la frente, alto, fuerte, pelos ondulados, ropa de guerrero, una boca muy grande y muy muy fuerte. Y no era un Cíclope cualquiera. Era el más importante de todos ellos: el que tenía más ovejas, la cueva más grande, más quesos y más jarras de leche en ella. Ulises y sus amigos fueron tomados como prisioneros y, para salir de ese problema le ofreció vino y el lo acepto. Bebió jarra tras jarra hasta quedarse borracho. 
 Aprovechando el sueño profundo del Cíclope, Ulises tomó una larga estaca de madera y hundió su extremo en el fuego.
Cuando la punta estuvo al rojo vivo, la clavó en el ojo del gigante borracho, que bramó de dolor. Los gritos de rabia eran tan fuertes y agudos, que todos los Cíclopes del lugar corrieron a ver qué ocurría, mientras Ulises y sus compañeros huían hacia la nave, que los esperaba meciéndose al vaivén de las olas, a orillas del mar.

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